lunes, 6 de octubre de 2008

CONFESIÓN




"-A veces busco un recuerdo bello y antiguo y veo las huellas de mis pies descalzos hundidos en el relieve de la playa vacía, una fila de huellas que se pierden a lo lejos, y la caricia del viento en mi cara, levantando mi pelo por encima de los hombros. Cuento las pisadas cantando los números en alto, con mi voz de niña, aprendiendo el orden de las cosas, como me enseñaron en el colegio. Una, dos, tres…, las señalo con el dedo. Pero el recuerdo se me emborrona, se desliza de mi memoria como se borran las huellas de la arena entre la espuma que burbujea en lo alto de una ola que las arrebata de la playa y las zambulle en el mar."


(Fragmento de UDRÍ. Novela asediada por el fuego).


He dejado un libro que me aburría enormemente, y me he ido renqueando a por Udrí, esa novela abandonada en el escritorio (hay vaticinios que son certezas). Le doy distancia al libro y entonces la mediocridad merodea por encima de mi cabeza, como el vuelo premonitorio de un quebrantahuesos. Pero hoy, al abrirlo, Estrella se confesaba con Abdón delante de mí, y me ha emocionado tanto como cuando lo escribí hará un par de veranos, para espantar al buitre insidioso.
Gracias a quienes consolais mi estima. Ya sabeis quiénes sois, con lo que huelgan nombres.
Pepe

8 comentarios:

Óscar Santos Payán dijo...

Querido Pepe, la belleza cómo se mide. Cómo la mediocridad. Yo tuve en mis manos tu novela no mucho tiempo antes de dársela al nadador. Y puedo decirte que vi a tus personajes y oler los lugares. Como alguna vez te he dicho tu prosa se me antoja barroca, pero es tu estilo y a mí me gusta. Quizá la acumulación de adjetivos pueda despistarte de la lectura pero como te digo a mí me gusta cómo escribes. Es más, me parece bella y nada mediocre. No necesito adularte, es mi verdad. Un abrazo y mueve esa novela. Si quieres mándame copia. Puedo hacer que la lean en un par de editoriales en Madrid sin compromiso. Pídele mi teléfono al nadador y llámame. Un abrazo.

PEPE dijo...

Gracias Oscar por todo,

Creéme cuando te digo que no tengo mucho interés en que la novela se publique, te lo digo con sinceridad (algún compañero de despacho me matará al leer esto). Soy consciente de mis debilidades, pero también de mis oportunidades, y para mí, reencontrarme con la escritura ha sido una suerte. En ella busco lo que no me da el trabajo, lo que que roba el día a día... de verdad que no espero más. Ella me ha llevado a conocer a gente interesantísima, a Juanma a ti, a conocer memor a los que tengo a mi alredor, al antiplatonico, a Antonio. Como ves qué mas puedo pedir a la escritura. Respecto a la forma de escribir…, creo que con lo que te he dicho ya he logrado todo lo que espero de la escritura

De todas formas, si algún día te la quieres leer, yo te la mando y así en alguna comida de las que a buen seguro compartiremos el nadador, tú y yo, me corregís. Piensa que es lo primero que he escrito después de veinte años (y antes el bagaje no era como para tirar cohetes).

Un fuerte abrazo.


Pepe

A. Marin dijo...

Al releer ese fragmento de tu libro me apresa de nuevo un pensamiento que me persigue desde hace unos pocos años. La visión de la niña que fue Estrella paseando por la playa y volviéndose a contar sus huellas en la arena, en lo que ella recuerda como un momento feliz, sin embargo a mí me intranquiliza y me pone nostálgico. Porque todos cuando buscamos un recuerdo feliz volvemos a nuestra infancia, en la que por otra parte éramos tan vulnerables y dependientes. Por eso a veces me siento abrumado por la responsabilidad de ofrecer a mis hijas una infancia feliz. Para que cuando vuelvan la vista atrás encuentren muchas mas huellas felices que tristes. Porque yo ya no busco para mi sino para ellas. Ya no golpeo la pared para ver lo que hay detrás, sino para que ellas puedan verlo algún día. No les podré dar muchas respuestas pero si espero poder apuntarles algunas direcciones por donde buscar, y desaconsejarles otras. Que gran responsabilidad es atender a un hijo. No creo que exista otra mayor. Porque ya no queremos ninguna esperanza que no lo sea para ellos. Ningún bien que no los abarque. Ellas me ven como un dios y yo cuento los días que me quedan antes de que asistan a mi caída de los cielos. Solo espero que pueda entregarles algún tesoro a tiempo.
P.D. es que hoy han venido a verme a mi trabajo y me han tocado la fibra.

LUZ dijo...

Hola Pepe,

Un día en una de mis inmersiones en la casa del nadador descubrí tu blog. Desde ese día suelo pasar por aquí a echar un vistazo de vez en cuando. Verás, yo no escribo, pero me encanta la lectura. Sin embargo, a pesar de ser una adicta a ella, soy bastante exigente, solo me gusta aquella que hurga en mi interior, que es capaz de remover mis pensamientos y de hacerme planteamientos que antes ni se me hubieran ocurrido.

Al leer este fragmento, tan intenso, se me humedecen los ojos, al evocar aquellos apacibles días en que yo también paseaba por una playa igual, junto a personas con las que ahora ya no puedo hacerlo. Me dicen mis amistades que no se puede vivir de los recuerdos, pero pregunto ¿hay alguien que pueda alimentarse solo del presente?.
¡¡ Qué bonito esto que escribes ¡! enhorabuena Pepe.

Espero disculpes mi intromisión.

Un saludo.

PEPE dijo...

Antonio: ¿no hay más pasado que el presente, o por el contrario la infancia es la patria del hombre?
Tú decides.

Luz: No tengo que disculpar tu intromisión, tengo que agradecer tu visita y todo lo hermoso que me dices en ella.
Ojala lo que uno sea capaz de escribir te vuelva a traer por esta casa.
Gracias

Óscar Santos Payán dijo...

Pídele el teléfono al Nadador, de verdad. Es que no encuentro tu e-mail, así me lo das, para no poner el teléfono aquí. Tengo un par de amigos que leerán tu novela, sin compromiso. Antes regístrala. Y por favor, yo quiero copia de esa historia. Acabo de terminar una y necesito encontrarme con la literatura. Un abrazo

antiplatonico emboscado dijo...

BIBLIOTECA QUEMADA. UDRÍ.

Omnia praeclara, rara.


También se quemó, con el resto. Fue de las primeras versiones (que tanto cambia, al parecer) y la leí durante tres días en agosto del 2007, en un pueblo del interior, en una habitación luminosa y fresca, solo interrumpido por las campanadas de la Iglesia, los murmullos de los escasos habitantes y los requerimientos de dos niños pequeños que no comprendían tanta dedicación existiendo un mundo entero a la espera nuestra. El tiempo les dio la razón en parte, pero eso es motivo de otros libros quemados.

Si recuerdo el escalofrío que me invadió al empezar a leer Udrí, lo que me suele ocurrir de forma premonitoria con los libros que luego me acompañan para toda la vida. Recuerdo que al llevar tres páginas me levanté y salí a la amplia terraza que había en esa casa y contemplando el paisaje recordé al autor y lo poco que lo conocía. Temeroso de tener que leer algo que no me interesara, había pospuesto su lectura varias veces, inquieto por tener que decirle alguna vez mi impresión sobre el libro, pues sabía que tenía puestas en él las esperanzas inherentes a toda persona que vierte en texto parte de sí mismo. Leídas tres páginas me quedé más que tranquilo y me preparé para una travesía de incierto recorrido pero de buena factura. Algo es algo, me dije.

Si algo me gusta de los diálogos de Platón en su circunstancia. Hasta en los más enrevesados el diálogo siempre surge apegado a la realidad cotidiana de unos personajes que a la vez que hablan son seres aquejados de lo incierto de la vida diaria. Pasean, se encuentran ocasionalmente, tienen prisa, ríen, suplican, comen, beben, desean. Los diálogos son textos que admiten una lectura meramente literaria, aunque esta expresión es engañosa. Quiero decir que todo texto es literario, ya sea filosófico, poético, novelesco, etc. Entiendo que toda narración es un testimonio de su autor que opta por cualquier forma estilística en atención a sus preferencias o aptitudes, sin que existan diferencias sustanciales entre unos y otros. Por ello, los diálogos pueden leerse como texto narrativo y es ahí donde la maestría platónica cobra alturas irrepetibles. Así soy un antiplatónico emboscado… en el platonismo. Creo que con la edad a uno se le pasan sus manías y reconozco que he vuelto a Platón, aunque sea para preferir a Aristóteles. Pero eso es otro tema.

Lo que quería decir con la digresión anterior es ilustrar Udrí como un ensayo sobre la utopía. Si se plantea como una novela no debe hacernos dejar de lado que en su texto se encierra una reflexión sobre la utopía, y, entiendo, se trata de una reflexión crítica nada complaciente. Como ensayo filosófico expone un ejemplo de vida (o vidas) fracasadas aquejadas de un anhelo destructor. No deja de ser curioso que un autor confesadamente utópico y de izquierdas, (si no socialista), haya concluido con un reproche a la totalidad del pensamiento utópico. Si es así, y posiblemente no haya nadie de acuerdo con migo, me parece un acierto. Pero como el autor sabe y a pesar suyo, la obra una vez escrita deja de ser de su propiedad, sin que tenga el más mínimo derecho sobre la misma, siendo su opinión otra más, de tanto valor como la de cualquier lector, pues él mismo es lector de su novela, en pie de igualdad con el resto de los mortales.

Ensayo antiutópico se basa en un relato cuya prosa se suele decir que es barroca. No me parece que así sea, salvo que entendamos por barroca el uso de palabras en desuso o un empleo particular de la adjetivación. Ambas características del texto no pasan de ser expresión del deseo agónico del autor de dejar constancia de un mundo pasado, el de su infancia y juventud y de unos lugares, transitados en esas edades. Esa voluntad se concentra en recuperar expresiones ciertamente extrañas pero parte de un mundo pasado y, ahora, reinventado. Atento al objeto, el autor quiere nombrarlo con propiedad, sin pasar de largo por los nombres que se usaron en su día por personas ya desaparecidas y que dan exacta ubicación a la materia de lo que se habla. De ese modo la vida reaparece por la literatura, que se convierte en vida, como siempre he sostenido. Vida y literatura van ahora de la mano inseparables, formando parte del propósito del narrador (no del autor) una nueva instauración de lo real: lo escrito vive, existe. Por lo que se refiere a la peculiar adjetivación del autor es la otra cara de la misma moneda: comprometido con un pasado, el narrador no escatima datos, pistas, sugerencias, alternativas al lector, sabiendo que, no obstante, la memoria no es unívoca. Pero las amplias posibilidades que da la descripción deben ser acogidas por el lector como un amplio abanico de vías de acceso a lo descrito. Indagación en la realidad, pasada pero real.

Reproche no debe faltar en estas breves notas. El principal es la naturaleza no nata de la novela. En efecto, no hay novela no publicada. Limitada ahora a la graciosa generosidad del autor, la lectura está afectada por lo limitada de la audiencia. Es cierto que de esa manera se evita la estupidez del crítico de turno, la lectura apresurada, la opinión dolorosa etc. Pero también se pierde uno la lectura anónima y azarosa, el comentario inesperado, el fundado aunque duela. No obstante, mi enmienda es a la totalidad: sin publicación el texto no nace y queda en el limbo, nasciturus perpetuo condenado a un mundo de sombras fantasmagóricas. Toreo de salón, el libro no publicado carece de la gravedad de lo real, siendo mero proyecto, potencia frustrada, dibujo en la arena de la playa a la espera de ser borrado por el aire y el agua. Lo que da consistencia al libro es la posibilidad de leerlo, los posibles lectores. La exposición a todos es lo que da carta de naturaleza a la literatura que no puede ser secreta, encerrada en los asfixiantes límites de un círculo de amigos (por amplio que sea).

Es evidente que el libro me gustó. Lo malo es que casi nadie pueda leerlo, lo que es imputable al autor (no al narrador) que es incapaz de asumir una obra, pues creo que no es otro el motivo. Una vez que terminó de escribir se sorprendió del resultado. Agotado, extenuado por la novela ha sido incapaz de asumirla en su integridad. Pero, repito, eso no desmerece en nada la novela que, gracias a Dios, ha escapado de las manos de su autor, aunque no lo suficiente. Algunos privilegiados damos fe de su existencia. No me extrañaría que el autor la niegue algún día. Yo no la tengo ya, pero el recuerdo sí.

Salud.

A. Marin dijo...

Lo de que el pasado es la patria del hombre lo dijo el antiplatonico. Yo creo que no hay mas que el presente, porque solo en él podemos habitar. Cuando el presente se convierte en pasado nosotros ya no estamos allí. Sin embargo deja huellas el pasado, como un rastro que se resiste a borrarse, y esas son las huellas que miraba Estrella. No soy partidario de mirar mucho atras, ni de anticipar el futuro. Solo podemos habitar el momento presente, y a él debemos dedicarnos. Pero de todas formas, que bueno es haber tenido una infancia feliz.
P.D. A partir de ahora solo escribiré cosas positivas y optimistas. No volveré a caer en la nostalgia ni en el pesimismo. En épocas de crisis no podemos permitirnos ciertos lujos. Hay que vivir el presente intensamente y desterrar los miedos. Alguien dijo, y si no me lo invento, que la principal enfermedad del hombre es el miedo, y tenía razón.