miércoles, 8 de octubre de 2008

Biblioteca quemada: UDRÍ


Antiplatónico emboscado.
BIBLIOTECA QUEMADA. UDRÍ. Omnia praeclara, rara.


También se quemó, con el resto. Fue de las primeras versiones (que tanto cambia, al parecer) y la leí durante tres días en agosto del 2007, en un pueblo del interior, en una habitación luminosa y fresca, solo interrumpido por las campanadas de la Iglesia, los murmullos de los escasos habitantes y los requerimientos de dos niños pequeños que no comprendían tanta dedicación existiendo un mundo entero a la espera nuestra. El tiempo les dio la razón en parte, pero eso es motivo de otros libros quemados. Si recuerdo el escalofrío que me invadió al empezar a leer Udrí, lo que me suele ocurrir de forma premonitoria con los libros que luego me acompañan para toda la vida. Recuerdo que al llevar tres páginas me levanté y salí a la amplia terraza que había en esa casa y contemplando el paisaje recordé al autor y lo poco que lo conocía. Temeroso de tener que leer algo que no me interesara, había pospuesto su lectura varias veces, inquieto por tener que decirle alguna vez mi impresión sobre el libro, pues sabía que tenía puestas en él las esperanzas inherentes a toda persona que vierte en texto parte de sí mismo. Leídas tres páginas me quedé más que tranquilo y me preparé para una travesía de incierto recorrido pero de buena factura. Algo es algo, me dije. Si algo me gusta de los diálogos de Platón en su circunstancia. Hasta en los más enrevesados el diálogo siempre surge apegado a la realidad cotidiana de unos personajes que a la vez que hablan son seres aquejados de lo incierto de la vida diaria. Pasean, se encuentran ocasionalmente, tienen prisa, ríen, suplican, comen, beben, desean. Los diálogos son textos que admiten una lectura meramente literaria, aunque esta expresión es engañosa. Quiero decir que todo texto es literario, ya sea filosófico, poético, novelesco, etc. Entiendo que toda narración es un testimonio de su autor que opta por cualquier forma estilística en atención a sus preferencias o aptitudes, sin que existan diferencias sustanciales entre unos y otros. Por ello, los diálogos pueden leerse como texto narrativo y es ahí donde la maestría platónica cobra alturas irrepetibles. Así soy un antiplatónico emboscado… en el platonismo.
Creo que con la edad a uno se le pasan sus manías y reconozco que he vuelto a Platón, aunque sea para preferir a Aristóteles. Pero eso es otro tema. Lo que quería decir con la digresión anterior es ilustrar Udrí como un ensayo sobre la utopía. Si se plantea como una novela no debe hacernos dejar de lado que en su texto se encierra una reflexión sobre la utopía, y, entiendo, se trata de una reflexión crítica nada complaciente. Como ensayo filosófico expone un ejemplo de vida (o vidas) fracasadas aquejadas de un anhelo destructor. No deja de ser curioso que un autor confesadamente utópico y de izquierdas, (si no socialista), haya concluido con un reproche a la totalidad del pensamiento utópico. Si es así, y posiblemente no haya nadie de acuerdo con migo, me parece un acierto. Pero como el autor sabe y a pesar suyo, la obra una vez escrita deja de ser de su propiedad, sin que tenga el más mínimo derecho sobre la misma, siendo su opinión otra más, de tanto valor como la de cualquier lector, pues él mismo es lector de su novela, en pie de igualdad con el resto de los mortales.
Ensayo antiutópico se basa en un relato cuya prosa se suele decir que es barroca. No me parece que así sea, salvo que entendamos por barroca el uso de palabras en desuso o un empleo particular de la adjetivación. Ambas características del texto no pasan de ser expresión del deseo agónico del autor de dejar constancia de un mundo pasado, el de su infancia y juventud y de unos lugares, transitados en esas edades. Esa voluntad se concentra en recuperar expresiones ciertamente extrañas pero parte de un mundo pasado y, ahora, reinventado. Atento al objeto, el autor quiere nombrarlo con propiedad, sin pasar de largo por los nombres que se usaron en su día por personas ya desaparecidas y que dan exacta ubicación a la materia de lo que se habla. De ese modo la vida reaparece por la literatura, que se convierte en vida, como siempre he sostenido. Vida y literatura van ahora de la mano inseparables, formando parte del propósito del narrador (no del autor) una nueva instauración de lo real: lo escrito vive, existe. Por lo que se refiere a la peculiar adjetivación del autor es la otra cara de la misma moneda: comprometido con un pasado, el narrador no escatima datos, pistas, sugerencias, alternativas al lector, sabiendo que, no obstante, la memoria no es unívoca. Pero las amplias posibilidades que da la descripción deben ser acogidas por el lector como un amplio abanico de vías de acceso a lo descrito. Indagación en la realidad, pasada pero real.
Reproche no debe faltar en estas breves notas. El principal es la naturaleza no nata de la novela. En efecto, no hay novela no publicada. Limitada ahora a la graciosa generosidad del autor, la lectura está afectada por lo limitado de la audiencia. Es cierto que de esa manera se evita la estupidez del crítico de turno, la lectura apresurada, la opinión dolorosa etc. Pero también se pierde uno la lectura anónima y azarosa, el comentario inesperado, el fundado aunque duela. No obstante, mi enmienda es a la totalidad: sin publicación el texto no nace y queda en el limbo, nasciturus perpetuo condenado a un mundo de sombras fantasmagóricas. Toreo de salón, el libro no publicado carece de la gravedad de lo real, siendo mero proyecto, potencia frustrada, dibujo en la arena de la playa a la espera de ser borrado por el aire y el agua. Lo que da consistencia al libro es la posibilidad de leerlo, los posibles lectores. La exposición a todos es lo que da carta de naturaleza a la literatura que no puede ser secreta, encerrada en los asfixiantes límites de un círculo de amigos (por amplio que sea).
Es evidente que el libro me gustó. Lo malo es que casi nadie pueda leerlo, lo que es imputable al autor (no al narrador) que es incapaz de asumir una obra, pues creo que no es otro el motivo.
Una vez que terminó de escribir se sorprendió del resultado. Agotado, extenuado por la novela ha sido incapaz de asumirla en su integridad. Pero, repito, eso no desmerece en nada la novela que, gracias a Dios, ha escapado de las manos de su autor, aunque no lo suficiente. Algunos privilegiados damos fe de su existencia. No me extrañaría que el autor la niegue algún día. Yo no la tengo ya, pero el recuerdo sí.
Salud.

6 comentarios:

PEPE dijo...

No me cabe otra cosas mas que darte las gracias (incluso aunque me taches de zoon politicon y me posiciones de socialista. Ya no me fio ni de unos ni de otros).

Un abrazo.
Pepe

PEPE dijo...

A vueltas con el presente y el pasado y con UDRÍ, querido Antonio, recuerda lo que le dice María a Abdón:
"Abdón, el tiempo es perentorio y fugaz, y tenemos que aprender a vivir con esa realidad, acostumbrarnos a que nuestra única intervención en el cambio, en el movimiento, es la intensificación del ahora."
Veo que tú lo compartes.
Un abrazo amigo

A. Marin dijo...

Por fin escribe al go el antiplatónico con lo que estoy totalmente de acuerdo. Aunque siempre aprecio sus razonamientos y su estilo, a veces no coincido con sus opiniones. Pero esta vez si, tanto en la crítica a de la obraUDRI, como en la valoración de la incapacidad del autor para asumirla con todas sus consecuencias (incluida fundamentalmente la de la publicación). Además me ha gustado mucho la reflexión sobre la no autoridad preferente del autor para interpretar su obra, sino que su opinión, conclusiones y reflexiones sobre la misma son solo una mas en igualdad con las de cualquier otro lector. Por eso la obra adquiere vida y personalidad propia, independiente de la del autor. En fin, que yo también, como lector de UDRI, doy las gracias al antiplatónico por sus acertadas notas al respecto.
Un abrazo a todos.

CARMEN dijo...

No es solo la confesión de Abdon con Estrella lo mas bonito de tu novela, para mi conseguiste plasmar una relación especial de ellos en todo el relato y creo que de una forma excepcional, no es fácil hacer entender al que lee unos sentimientos entre madre e hijo, sin serlo, mezclados con amistad , complicidad, cariño etc… Es más fácil llegar a trasmitir un amor filial que esa relación entremezclada y especial. Sé que crees que tu fuerte está en las descripciones, pero para mi lo mejor de tu novela es eso , creo que es lo más bonito y conseguido. Ya te lo dije en su día, al igual que con el interrrogatorio a la cocinera, creo que era, el que lee se hace una perfecta idea del tipo de mujer que está declarando, de su carácter. Se te dá bien describir a los personajes sin hacerlo.

BENJAMIN B R. JAEN dijo...

Pepe, he leído Udrí... me lo ha dejado tu cuñado Fran y, la verdad, es que me ha encantado. Me lo he leído en tres ratos y es muy entretenido y algunos pasajes impresionantes. He pagado muchas veces por libros mucho peores que el tuyo... (No entiendas que estoy diciendo que el tuyo sea malo, muy al contrario me ha entusiasmado)
Te animo a que lo publiques y si no lo haces tú lo hago yo con un pseudónimo y lo que ganemos lo partimos a medias. Te lo digo sin coña.

BENJAMIN B R. JAEN dijo...

... por cierto que he encontrado un par de erratas y se las he dejado a tu cuñado Fran para que le eches un vistazo si te place...

Saludos.