viernes, 25 de julio de 2008

LA MIRADA DE LOS CORMORANES


CAPÍTULO IV.

Autor: QUARENDO INVENIETIS

En el vértice de mi cama una sombra siniestra me contempla por mis cuatro puntos cardinales, su mirada alcanza los confines de mi alma, sin lentes de hombre puede ver mi oscuridad y oler mi miedo, acaricia el aire y el mar que reposa en mi cráneo, con su canto me narra al oído lo que ocurre en la noche, la nana habla de la luna verdadera y de la otra, la que se esconde en las olas, escucho el graznido incesante de los cormoranes negros, que fingen dormir apiñados en los puertos, esperando dar una dentellada a los sueños de niños suspendidos en el horizonte o a aquellas madres insomnes cargadas de anhelos.

La muchacha rubia entra cada segundo en la habitación, a mirarse en el espejo, a peinarse desnuda, dormida y soñando, ¡no me grites!vete de aquí!, pero la silueta que se sienta en mi cama sigue incesante en su eterna cantinela. Proyectando en mi oído, con los ojos secos, pequeñas luces que se desplazan imperceptibles, entre pescadores que pacientes, esperan algún indicio para alzar sus redes. ¡Quién eres, que haces aquí…!

- ¡Manolo!, ¡Manolo!, ¡coño!, despierta ya, no se como cojones me has metido en esta, no te lo voy a perdonar en la vida, de todas las tonterías que has hecho esta es la más absurda, bien caro me va a salir tu polvo joder, ¿cómo estas?

- Cómo quieres que esté Ernesto, llevo un agujero en el costado por el que podría atravesar un tren, y Esther, nuestra Esther se la han llevado, ¡por Dios! se la han llevado…

- ¿Se la ha llevado quién?

- Ernesto tienes que confiar en mí, no puedo decirte nada, es mejor así, tu vida podría correr peligro y te necesito fuera para que puedas sacarme de aquí,

- No pienso hacer nada esta vez, la última vez que confié en ti me robaste a Lucía, para que luego acabaras perdiéndola como todo en tu jodida vida, y dejando prácticamente huérfana a Esther, no sé que coño harías para que os abandonase a los dos, aún no te he perdonado por aquello que nunca has tenido cojones a explicarme, y quieres que siga confiando en ti, esta vez has cruzado el límite, o me dices qué coño pasa, o salgo por esa puerta y te buscas la vida con los de asuntos internos que te tienen todas las ganas de endosarle el muerto a algún gilipollas, te has cargado a dos tíos cojones ¿qué ostias te pasa?

- ¿Recuerdas la investigación sobre la muerte del profesor Aureliano Martínez, aquel loco que más que dar clases de química en la universidad, parecía un alquimista de marmita y mortero, aquel anciano rudo que denunciaba de manera neurótica y diaria que lo iban a matar y que quería protección, callándose como un somormujo asustado cuando le preguntábamos quién y por qué?

- Sí, lo recuerdo vagamente, fue un caso que asignaron a la brigada del sobrino del Comisario Velázquez, el pobre hombre acabó muerto.

- Muerto no Ernesto, asesinado. ¡Bien!, ya sabes lo que me gusta husmear en los papeles del hijo puta del sobrinito desde aquel turbulento día, y en el expediente del profesor encontré una especie de carta escrita a mano con una caligrafía que decía algo así como “Todo se les perdona a los que disfrutan de la vida, buscame en Palermo, junto a la eterna carcajada de la muerte”.

- ¡Y qué!, recuerda que el tío aquél estaba más bien loco que otra cosa, la gente así suele rodearse de papeles de esos con versos raros o frases hechas, que han escuchado en cualquier sitio, que luego se ponen a buscar en Internet como si fueran a encontrar la gran verdad.

- Nunca fuiste curioso Ernesto, y te lo he dicho mil veces, hay dos clases de policías, los malos y los curiosos. Por otra parte, recuerdo que la Universidad hizo lo posible por enterrar el bochornoso suceso, ignorándolo tan pronto como fuera superado el escándalo del momento, entre otras cosas porque el fiambre apareció en la biblioteca de la Universidad degollado y con un dibujo obsceno en la nalga izquierda. Conociéndome, sobra decirte que comencé a sentir una gran curiosidad por saber lo que había ocurrido, más aún, animado por la posibilidad de poder adelantarme al sobrinito y joderlo en su propio campo. Así que me planté en la Universidad, me hice pasar por periodista, ya sabes lo que abren las puertas los dichosos carnets de la prensa falsos, a veces me dan ganas de cambiarlos por la jodida chapa, y comencé a preguntar por su vida académica y personal, hasta que me dijeron que andaba en un último proyecto con varios alumnos aventajados. Fue cuestión de tiempo averiguar a qué grupo de alumnos se refería, y allí estaba, entre ese grupo, la rusa.


Mientras relata su encuentro con Irina Petrova ocultando los detalles que a Barroso le parecen imprescindibles para la seguridad de su compañero, le vienen a la memoria como fotografías impresas en la retina del subconsciente, la cara de la rusa, sus cejas arqueadas provocando en sus ojos un continúo interrogante al que sin saber por qué, provoca la inmediata necesidad de contestar, con alguna respuesta infalible y por ello ingenua, sensación que no hace otra cosa más que ante la imposibilidad de esa respuesta, acrecer las ansias de poseerlos y doblegarlos de cualquier modo, recuerda Barroso las nalgas de Irina henchidas de una adolescencia retardada y el ajuste perfecto de su ropa interior que denota en su cuerpo aún una mayor solidez, todo en ella era rotundo y curvilíneo suave y terso. Vienen a la memoria de barroso aquella habitación, el espejo ahumado que desdobla los cuerpos, el aliento de Irina a vodka en su nariz, que respiraba incesantemente como si de una atmósfera alcohólica y divina se tratara, pero sobre todo recuerda como momentos de un fantasma que aún no sabe su condición, cómo la policía irrumpía en aquella habitación, lo encañonaban, y le pedían que se levantase con las manos en alto sobre la cabeza, y aquellos pies sobresaliendo por la sábana, la melena rubia de Irina y los lunares de su espalda que se presentaban ahora como una constelación malévola del destino.

- En ese momento gritaron que me estuviera quieto que estaba muerta, yo no pude comprobarlo, ni siquiera le ví el rostro, cuando fui a acercarme, alguien me golpeó con la empuñadura de la automática en la cabeza.

- Al volver a casa después de toda la peripecia, encontré tan solo una nota que ponía con una caligrafía similar a la nota del profesor de química: “La verdadera felicidad no es asimilable por la retina”,“Está con nosotros, no intentes buscarla, ni le digas nada a nadie si quieres volver a ver a tu hija”.

- Me estás diciendo, que por un polvo de una noche con una rusa de 20 años a la que emborrachaste, se ha montado este circo, mira Manolo, la verdad, tú sabes algo más que no quieres contarme y así no te puedo ayudar.

- Te quiero decir, gilipollas, que aquí ocurre algo gordo, que no estamos jugando a pillar al gran camello, o a que no nos pillen a nosotros, no me entiendes, lo único que necesito es que me saques de aquí para buscar a mi hija, estoy seguro que quieren que sea así.

- Pues la cosa está complicada, saben lo de las transferencias, y va a ser muy difícil llegar a un acuerdo con ellos, para que continúes la investigación y aclarar las cosas.

- No quiero acuerdo que valga, ¿no me entiendes?, quiero escaparme de aquí, cualquier acuerdo pasará por serles útiles en la investigación y eso es lo que puede costar la vida a mi hija, quiero salir y que me pierdan de vista, tengo que ir a Italia, a Palermo, algo me dice que la nota que encontraron junto al profesor puede darme una pista de quiénes son y de dónde puede estar Esther.

De repente, irrumpen en la sala del hospital varios agentes de asuntos internos empujando a Ernesto para que abandonara el recinto, una enfermera corpulenta de mediana edad aprieta las pantorrillas de Barroso, mientras que los agentes lo sujetan por los brazos, el médico prepara una jeringuilla que contiene un líquido amarillento, y procede a inyectar un nuevo calmante en el maltrecho cuerpo de Barroso, que obstinado intenta sin éxito resistirse.

La retaila de insultos e improperios se escuchan en todo el Hospital. Por el rabillo del ojo Barroso observa cómo Ernesto toma su móvil en mano y comienza a marcar los números del teclado rápidamente con la intención de realizar una llamada.

- Por favor, es muy importante y urgente, necesito hablar con Parménides, dígale que acabo de hablar con Barroso como acordamos, y que tengo la información.

Barroso comienza a notar los efectos del analgésico, nuevamente vuelve a su mente un rostro imposible de olvidar, aunque la rusa esta vez no se le aparece en su cama, sino a la luz de una cerilla bajo la claridad mortecina y decadente del luminoso del Georgia.


...la muchacha rubia entra cada segundo en la habitación, a mirarse en el espejo, a peinarse desnuda, dormida y soñando, ¡no me grites ¡ vete de aquí ¡, pero la silueta que se sienta en mi cama sigue incesante en su eterna cantinela. Proyectando en mi oído, con los ojos secos, pequeñas luces que se desplazan imperceptibles, entre pescadores que pacientes, esperan algún indicio para alzar sus redes. ¡Quién eres, que haces aquí…!

¡Soy tu madre!, ¡huye Manuel!, ¡huye!

2 comentarios:

A. Marin dijo...

A ver. Lo primero decir que me ha gustado mucho este cuarto capítulo, sobre todo el comienzo, que es muy poético. Sin embargo o yo me he liado o se ha liado el autor. Irina era la rusa de cuya presunta muerte culparon hace tiempo a Barroso y sirvió de excusa para largarlo del cuerpo de policia. Por otro lado hay otra rusa, que todavía nadie le ha puesto nombre, llamada en el tercer capítulo "la chica", y que es la rusa a la que Barroso seguía cuando entró al Georgia. Esta otra rusa es la que entretuvo a Barroso metiendose en su cama mientras Di Pietro secuestraba a su hija. Estos dos personajes no son el mismo. Podrían serlo, dando un giro al argumento, pero lo que está claro es que el episodio en el que le echan la culpa a Barroso de haber matado a Irina y el episodio en el que se acuesta con "la chica" mientras Di Pietro rapta a su hija no son ni pueden ser el mismo, pues están separados por mucho tiempo. De hecho a la hija de Barroso la raptan solo dos dias antes de la movida en el Georgia, y por tanto el romance con "la chica" es dos dias antes de lo del Georgia, pero el rollo con Irina por cuya supuesta muerte lo echan del cuerpo es muy anterior (se supone que meses o años antes). Sin embargo en este cuarto capitulo parecen coincidir el personaje de Irina y el de "la chica" rusa que entretiene a Barroso mientras raptan a su hija, que es a la que él persigue en el capitulo 1 al entrar al Georgia. Aademás parecen mezclarse en uno dos episodios bien distintos temporalmente: el episodio de la suspuesta muerte de Irina, y el episodio de Barroso en la cama con "la chica" el día del rapto de su hija, lo cual es imposible por la diferencia temporal entre ambos episodios, que se marca en los otros capítulos.
Pero puede ser que yo me haya despistado. Creo que hará falta un cónclave para aclarar y poner orden en el argumento. En Septiembre, calro.

antiplatonico emboscado dijo...

Tratándose de una novela en marcha, ya Ernesto Quvedo sugirió que Irinia estaba viva. Puede ser que Irina sea la clave desdta novela en construcción y que haya que esforzarse por encontrarla. Hay dos sitios clave: Palermo y la casa deBarroso en la costa. Por otro lado, BArroso no sabe demasiado lo que está pasando, o lo que sabe está equivocado.