jueves, 17 de julio de 2008

BAILÉN



"Abdón levanta la lámpara a la altura de sus ojos para graduar las luces y sombras que revelan el cuadro, y deja en sus pies la bolsa de viaje y la gabardina mojada que humedece suelo. Se retira unos metros para darle distancia y lo mira en su conjunto. Sobre un fondo de montañas azules difuminadas, verdes alamedas y pátinas amarillentas que emulan el chajuán de una mañana de julio de la campiña jienense, la escena plasmada en el cuadro gira, como un aspa, alrededor de dos generales enfrentados que se anticipan a la cohorte de contendientes que se encuentran tras de ellos. A la izquierda, el bando español, con el General Castaños a la cabeza que saluda cortésmente a los rendidos, quitándose el bicornio y haciendo el ademán propio del hombre educado, está compuesto de un variopinto grupo de soldados del pueblo, guerrilleros, garrochistas jerezanos y algún alto cargo del ejército español, todos llenos altivez en sus gestos, sabiéndose vencedores de la cruenta batalla. A la derecha, y en un plano algo inferior, el Rayo del Norte, el General Dupont, rodeado de diversos militares perfectamente uniformados, con la espada rendida, el pecho altivo y los brazos abiertos, en clara expresión de entrega, hace de avanzadilla de un ejército que desfila después de haber entregado sus armas.
Una copia de ese cuadro se conserva en la casa desde finales del diecinueve. La familia se había empeñado en él tras verlo en la Exposición Nacional de Bellas Artes celebrada en mil ochocientos sesenta y cuatro, y el abuelo de Abdón siempre contaba orgulloso que cuando su padre lo compró le resaltó que en ese cuadro se encontraba una parte importante de la historia de España, y el honor de las gentes de Bailén.
Abdón recoge sus cosas del suelo y deja la lámpara antes de dirigirse a su cuarto. Cuando gira la llave, dos vueltas, y corre el pestillo, la calma de la casa se llena de ecos.
Rodeada de oscuridad, Estrella mira en silencio, desde la escalera, la puerta cerrada del dormitorio de Abdón."

Fragmento de "Udrí"


Yo, como Abdón, hoy vuelvo al bochorno de la campiña jienense, al sitio de la batalla, a Bailén.
Me sumergo en el pasado, rogando que sea piadoso conmigo.

7 comentarios:

antiplatonico emboscado dijo...

Siempre me pareció el episodio de la batalla de BAilén algo genuinamente español. la improvisación de un ejército contra la más perfecta máquina militar del momento, que vino a sufrir su primera derrota en suelo español en una batalla caótica como pocas. Sin embargo, esa primera victoria fue seguida de un desastre memoerable que sumió a España en uno de los periodos más duros de su historia. Una sucesión de derrotas y un país tomado en las ciudades y sometido a la anarquía en el campo. Terror y muerte.

La pregunta es ¿tuvo Abdón alguna victoria en su vida? ¿Fue su vida una pérdida total o pudo llevarse con él la satisfacción de un éxito? pregunta que remito al autor.

PEPE dijo...

"post tenbras spero lucem", se dice en nuestro blog, recordando a todos aquellos que esperaban de los franceses que sirviera para aperturar España a la cultura y la modernidad, saliendo con ello del oscurantismo en el que nos había sumido nuestra detestable y plomiza monarquía, y un sentido religioso puesto al servicio de un interés oligarquico: la conservación y mantenimiento del poder.

Ellos fueron los grandes derrotados, los afrancesados, que (1) vieron cómo el pais perdía la posibilidad de aperturarse definitivamente y entrar en la edad moderna de la mano de una potencia mundial, y, que (2) no podían entender que quien les debería de sacar de las tinieblas, lo estaba haciendo a cuchillo. Dura contradicción: servir a un pais que veían caduco y agotado, o a un invasor deseado que se había travestido de tirano.

En cuanto Abdón, para mí sí que tuvo una victoria. Hoy te la digo, y en nuestras conversaciones nunca ha salido. En la novela, lo que se deja entrever en la relación de Abdón con todos aquellos a quienes busca, es un infinito amor: amor a María, en la que por primera vez reconoce ese sentimiento adulto; amor por Estrella, a la que busca después de los años para decírle lo mucho que la ha necesitado (ahí están sus cuadros y sus fotos -aunque creo que ese capítulo tú no lo has leido porque está en la versión denitifiva-, amor por Alfredo y Mariana, y por el hijo de ambos, ..., y el amor que todos estos personajes sienten por Abdón.
Por tanto, ésa es la gran victoria de la novela, sí, un grito de amor post tenebras.
Y yo le pregunto al antiplatónico: ¿qué siente con el eco de ese chillido? Su respuesta me inquieta.

PEPE dijo...

POr cierto, ha trascurrido el plazo otorgado y ante la asuencia de respuesta, asumo la continuación de nuestro común relato.

antiplatonico emboscado dijo...

Tienes razón autor

Solo el amor salva; el desamor condena; la culpa aniquila.

PEPE dijo...

Quién es quién para juzgarse. Esa jurisdicción no nos corresponde. No se puede seguir adelante sin purgar los demonios que llevamos dentro, las culpas con las que nos flagelamos. Llevas razón, la culpa aniquila, arrasa con todo, por tanto, a la mierda la culpa...

antiplatonico emboscado dijo...

Acto soberano el de expulsar a la culpa de nosotros. A los seres medianos, sometidos y limitados nos está vedado tal acto. la culpa es lo que sigue al examen o juicio de los actos libres. es inseparable a la voluntad, es su precio. en un mundo utópico tiene cabida la expulsion de la culpa, en un mundo humano (antiplatónico) no. Si es posible la ferrea voluntad de no recaer, poco mas.

PEPE dijo...

Hay quien se amarra a la culpa como áncora de sanación, y ello no es nuevo, ni perverso. Hay quien utiliza veneno para curar un mal, ese es el principio básico de las vacunas que tantas vidas han salvado. Pero si la dosis no es adecuada, de culpa, de veneno, de virus, lo que está destinado a la vida, sólo acarrea destrucción y muerte. Todo es mesura, y a buen seguro que dentro de tu limitación -quién no la tiene- sabrás calibrar de forma correcta la medida, porque en el fondo la vida es sublime