martes, 10 de junio de 2008

La soportable pequeñez


Mientras un viento caliente y molesto azota los datiles que se arraciman entre las espinas de las palmeras, salimos de un hospital; es un hospital de paredes azules, de techos panzudos y azules, de cortinas mates que apenas si refriegan el suelo; un hospital de aroma camuflado que se pega en la boca como los malos presagios.
Hasta ahora, en los hospitales, soy yo el que se queda afuera, el que se queda detrás de las cortinas mates, viéndo sus tobillos desnudos empujando las trabillas de las chanclas de esparto entre las ruedas de la camilla, delante de las puertas cerradas de par en par, buscando rendijas por las que colarme furtivamente a mirar si ya ha cerrado los ojos, entretenido en el balanceo de las batas de las enfermeras que se mueven despacio desde el fondo de un pasillo también azul, en las leyendas de los carteles premonitorios de las consultas, en los apellidos que se vocean en alto. Confieso que todavía me pesa el temor a oir en alto su nombre, a que me digan con una sonrisa lo que no quiero oir y el edificio azul no para de chillarme. Pero hoy no nos ha tocado, hoy hemos vencido.
Yo soy sensible a mi fragilidad, a la enormidad de lo que me rodea, al minúsculo pulso que le puedo echar a la vida, pero como hace poco tiempo tuve la oportunidad de decirle a alguien, me acerco a la destrucción con el único anhelo de observar mejor la belleza, buscando un contrafuerte en el que asentar mi esperanza en el futuro. Necesito ese regusto de tristeza balsámica para poder mirar a Mario, mi hijo, y pensar en toda una vida por delante, y reafirmarme así en que ojalá no se agote en lo imposible.
No, no recomiendo abandonar el placer de la literatura, la impostura conscientemente buscada de vivir las vidas que no son nuestras, aun cuando la palabra a veces duela, a veces hiera. El dolor medido, al igual que el placer regalado, son expresión palpable de que aún seguimos terriblemente vivos, alucinánte y mágicamente vivos.
Por eso que hay que confiar en la palabra -y que cada uno la diga como quiera, como pueda-, porque ella nos protege de nuestra soportable pequeñez.
Por cierto, Antonio, a ti también de descubro en la palabra, y me gusta, vaya que si me gusta.
POSDATA: Todos hemos de felicitarnos de que nuestro despacho, desde el lunes, sea mucho más de lo que era la semana pasada. He de dar las gracias al antiplatónico embozado, porque detrás de su parapeto -que le proporciona el saberse cualificado-, todos hemos descubierto a un magnífico obrero social -es decir el que mira por el interés propio y colectivo-.
Os coloco abajo el último comentario de Antonio, porque no quiero que pase desapercibido.

13 comentarios:

PEPE dijo...

COMENTARIO EFECTUADO POR ANTONIO, QUE ESPERO SEA DEBIDAMENTE REPLICADO.

Os noto melancólicos, decadentes, algo pesimistas en general. Espero que no caigáis en el error común de los poetas románticos de confundir la literatura con un elevado estado de conciencia que menosprecia el optimismo como algo superficial y vulgar y ensalza lo decadente como refugio de las almas sensibles. Si este es el caso mas vale renunciar a la literatura. Un día Luis Miguel Dominguín fue preguntado si era aficionado a la lectura, a lo cual respondió que los lectores leen las vidas, reales o figuradas, de otras personas (los personajes), pero él había estado tan ocupado viviendo una vida tan intensa que no había tenido tiempo para leer la de los demás. Por otra parte veo que algunos tienen el ego algo engordado. Esto me evoca otro recuerdo. En la película La Misión, Robert de Niro representa a un capitán español conquistador de Las Américas violento y altanero, déspota y cruel, que sin embargo encuentra su redención en el personaje que representa Jeremi Irons, el misionero. Desde ese momento decide viajar con éste al poblado de una tribu que habita en una alta meseta a la que solo se puede acceder escalando las altas montañas y remontando ríos con impresionantes cascadas. El capitán, aunque ha abandonado su cargo y renunciado a su vida anterior, decide llevarse en una gran red a modo de bolsa, sus armas y su pesada armadura, las cuales arrastra heroicamente por los escarpados desfiladeros. Todos van mas rápidos que él, porque van de vacío, pero él se afana y lucha contra corriente arrastrando su red, símbolo de su antiguo ego al que le cuesta tanto renunciar. Cuando al final llega a lo más alto, los indios semisalvajes que allí habitan los rodean y examinan. Finalmente cortan la cuerda de la red y la arrojan por el precipicio. De Niro llora amargamente. Su antiguo ego ha muerto y renace a un nuevo mundo sin equipaje y sin lastre, como un Atlas sin empleo. Moraleja: no carguéis vuestros gordos egos por la vida. Llenaos y vaciaros constantemente. Fluid sin acumular etiquetas. Y dejad de escribir pesadas y rebuscadas frases para justificar a vuestros egos gordos y pesimistas. Finalemente, para probar la verdd de mis palabras,y dado que este pueblo de infieles me demanda una señal, pronostico un 2 a 0 a favor de España para esta tarde. Viva lo que queda de España¡.

lavabajillo dijo...

Saludos para Rosa. Un abrazo de un amigo

antiplatonico emboscado dijo...

Literartura y vida. Toda la literatura, hasta la mala, es vida, pero no toda vida es literatura, ni falta que hace. No hay exclusión entre libro y vida, pues el libro no es más que experiencia, vida documentada, buena o mala, pero de la misma naturaleza que el sueño o el hambre, es decir, experiencia. La literatura como experiencia ajena se trnasforma en propia al leerla, y se convuierte en una parte de nuestra vida. Es claro que hay casos patológicos de vida oculta por la literatura, de persopnas enajenadas por la literatura, del mismo modo que hay vidas enajenadas por la tristeza, el alcohol o el mus; casos raros cercanos a la enfermedad. Los libros a veces nos dan claves de la vida, pero otras es la vida la que nos da claves de los libros. Por ejemplo, la experiencia amorosa de FAbrizio del DOngo se puede atender desde la adolescencia y tendrá un sentido; pero la vida, si encuentras algún amor, te dará un tamiz por el que pasar las desventuras de Fabrizio y entenderlas. Vida y literatura es especie y género: la vida incluye la literatura, no se solapan ni excluyen.

Mi caso es que nací rodeado de libros y luego los he atesorado hasta perderlos todos ahora por vicisitudes de la vida. En estos momentos si apenas tengo una docena, pero la vida vivida incluye los 30.000 que perdí, y, no dudéis, todos los días los recuerdo con el mismo afecto con los que los lei en su día, sin que me hayan impedido vivir.

Litearura y experiencia, hay un libro de MArtin Amis que se llama así, "Experiencia". Leedlo.

Seguid con salud.

Anónimo dijo...

Siempre recordaré a aquel sargento de policía judicial que no sabiendo cómo halagarme y ante mi perplejidad, en el transcurso de una entrada y registro comentó que Su Señoría (servidora de ustedes) tenía lo que no tenían muchos hombres. Es fácil tener lo que no tienen muchos hombres cuando te encuentras en una posición privilegiada para mirar al mundo e influir decisivamente en el destino o la historia de otros. En esos momentos te sientes invencible...
Sin embargo, cuando cuelgas la toga y vuelves a casa, la vida te puede aplastar del mismo modo que al resto, y ahí, ni eres Su Señoría, ni tienes lo que no tienen muchos hombres. Ahí eres tan vulnerable como el resto o incluso más, porque te falta la práctica de ser vulnerable las 24 horas del día, y no solo el rato en que no estás trabajando. Ahí te das cuenta de que la vida te puede deparar una nefasta sorpresa como a cualquier hijo de vecino. Y cuando eso ocurre te preguntas dónde está eso que se supone que tienes y que no tienen muchos hombres, y te planteas qué es lo que hay que hacer para salir a flote. Me recuerdo a mi misma en Pamplona preguntando entre lágrimas a quién hay que llamar y qué hay que hacer si te encuentras con el desenlace que tanto temes y que sabes que va a ocurrir.
Y en ese contexto recuerdo sentirme desvalida, acarrerando sola una carga de la que no podía imaginar dimensiones, trascendencia ni salida. Y cuando todo ocurre, te planteas toda la vida. Se te olvida la fuerza por la que se te valora y que se te supone. Y por supuesto olvidas que en un momento de tu vida tenías lo que no tenían muchos hombres. Y entonces te refugias en la literatura. Eso es lo que yo hice. Entras en otras vidas que en un momento determinado te alivia conocer porque son más complicadas que la tuya, o porque te muestran el camino a seguir. Y así, poco a poco, emprendes un camino de reconstrucción y regreso y cuando te quieres dar cuenta, vuelves a estar ahí, como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie (es mi canción favorita...). Y salvo las cuatro paredes de tu casa, que realmente han visto toda la evolución, la gente que te ve renacer vuelve a decir indefectiblemente: "tiene lo que no tienen muchos hombres".

A. Marin dijo...

Todo lo que puede ser escrito es insustancial. Todo lo que se diga del Tao no es el Tao. La verdad no está en las palabras, y solo podría encontrarse un atisbo de ella a través de una experiencia interior y exterior. La literatura es buena, pero solo puede apuntar, señalar, no es mas que un letrero en la carretera. Por mucho que miremos el letrero no llegaremos al destino. Hay que andar el camino. El mapa no es el territorio. Cuando la Literatura es arte apunta mas lejos; es un plano en color y en 3D, pero sigue siendo un plano. El antiplatónico quizás pueda decir algo sobre esto.
Por cierto, agradezco que no hayais sido mas agresivos contra mi después de mi anterior comentario. De ser un blog serio me habríais amonestado. De hecho, rememorando a Groucho Marx, estoy por renunciar a pertenecer a un blog en el que se admiten comentarios de un personaje como yo. Solo diré en mi defensa que cuando escribo por placer, como es el caso, lo hago del tirón, sin análisis previo y sin retoques finales, dejando aflorar las ideas que me asaltan tras leer vuestros comentarios. La vida es una actuación sin ensayo previo, y sin posibilidad de volver atrás para corregir, y así escribo yo, y solo así me siento representado por lo que escribo. Por eso me reservo el derecho a contradecirme y a cambiar radicalmente de opinión en cualquier momento. Lo otro, los textos madurados y corregidos, no nos representan o, a lo sumo, representan a nuestro alter-ego, y no al yo integral. De hecho, cuando empecé a escribir este texto pretendía decir algo sobre "la levedad y el peso", porque el texto de Pepe me ha recordado el libro que leí hace años, de Milan Kundera "La insoportable levedad del ser", pero al final no he dicho nada de eso. Ya lo haré otro día.
Ah, gracias Elena por compartir esto que has escrito. Hay momentos en los que la única respuesta a la gran pregunta está solo en compartir nuestro sentimiento de insignificancia con un abrazo solidario desde la nada, desde el abismo, como un reconocimiento mutuo y fusionado de nuestra "soportable pequeñez".

PEPE dijo...

Antiplatónico, estoy contigo, toda la literatura es vida, aunque no toda la vida es literatura. En cuanto a la enajenación, puestos a elegir prefiero encontrar una vía de escape con la literatura que con el alcohol –bastante he bebido ya-. Vivir la vida que otro ha imaginado o vivido, es compartir experiencia, aunque, coincido contigo, que ese impulso no tiene el mismo efecto, o no tiene por qué tenerlo, en el que lo escribió –y quizá vivió- y en el que ahora hace suya esa vida. Esa es la grandeza de la subjetividad, esa es la enorme dimensión de las palabra escrita, que al perdurar se amolda y transforma.
En cuanto a las cosas perdidas, tengo claro que la vida es fugacidad –que se conforma del nacimiento, la duración y la muerte, todo ello de forma inseparable- por lo que en ella no hay nada que permanezca, lo cual no quiere decir que no pueda pensar que las cosas tienda a volver. Entiéndeme, no hablo de retroceder, sino de comenzar de nuevo. Esto engarza con la idea del eterno retorno de Nietzsche (creo recordar que también era mantenida por Hesse), que cuando menos es esperanzadora.
En cuanto a ti, Elena, decirte que yo siempre he creído que para conocer a alguien realmente hay que darle poder, no importa de qué tipo, basta con que se crea superior a otro. Es una prueba difícil y de la que escapar con éxito no resulta fácil (la infalibilidad, la invencibilidad, por regla general despistan más que ayudan). Me alegro si tú supiste hacerlo.
En cuanto al resto, podría decirte que parte de tu dolor, ha sido mi dolor, que tu vulnerabilidad ha sido la mía, que tus dudas, que también son las mías, me empujaron del camino, a empellones, que yo también recuerdo un frío hospital, y una iglesia abarrotada, y un funeral que ahora se me pierde en la memoria…; todo eso podría decírtelo, pero prefiero callarme con un deseo esperanzado: que nunca te coja el día desprevenida, sé consciente de tu vida. Es esa consciencia la que hace soportable nuestra pequeñez. Y evidentemente la lectura es una buena vía para ello.

A Antonio,
En este blogg te has hecho imprescindible, así que no se te ocurre apostatar. Dicho esto, sigo:
Todo lo escrito no es insustancial. Efectivamente se hace camino al andar –lo escribió el poeta y lo ha cantado Serrat-, pero no es malo ni desaconsejable imaginarse caminos que uno cree que no puede desbrozar. Eso también es vivir. Y el destino… cuál es para ti el destino. Si esto no es más que un cansino fluir, no tengo más destino que estar conscientemente vivo (ahora mezclo lo dicho para el antiplatónico y Elena). Y la lectura me ayuda a ello. Al llevarme de un lado hacia otro, no hago otra cosa más que asirme aún más al suelo en el que me asiento, comprender lo que me rodea, mis circunstancias –otra vez la filosofía-.
En cuanto a lo de escribir del tirón, tú te fías enormemente de la espontaneidad. Yo no. –Hay quien dice que la genialidad radica en el arte de la corrección-. Eso tiene ser tan visceral y apasionado en mis defectos, que gran parte de las veces la espontaneidad no me ha dejado transmitir lo que realmente quería decir, y donde había una llama he provocado un incendio. Pero bueno, eso me pasa a mí. Contigo seguro que juega de otra manera.
A todos, espero que no escribamos esto en horas de trabajo, porque si no Joaquín se nos va a mosquear y lo veo pidiendo la separación profesional (es broma).
Gracias a todos por seguir ahí.
Y recordad: que el día no os coja desprevenidos.

Juan Manuel Gil dijo...

amigo pepe, eso se avisa. me he llevado una gran alegría al ver que has inaugurado tu propio blog. y menudo blog. con controversía, enjundia y buen gusto. hoy voy con prisa. pero en breve me termino de poner al día de todo todo todo lo que aquí se dice. y entonces me sumaré y diré yo también. suerte en esta nueva aventura.

PEPE dijo...

Esto se va calentando. Nos ha visitado Juan Manuel Gil, el nadador, el que me enseñó lo que era un blogg -http://lacasadelnadador.blogspot.com-, el autor de "INOPIA" (El Gaviero, 2008), obra que yo ya he leido y que recomiendo a todos, y de sobremanera a aquellos que os guste el disfrute de ir ensamblando teselas hasta formar un maravilloso puzle. Atentos porque nuestro blogg emerge de la astenia primaveral y comieza a desnudarse para beneficiarse de tolo lo bueno que nos trae el verano.

Un abrazo y bienvenido Juan Manuel

A. Marin dijo...

"Y el destino… cuál es para ti el destino. Si esto no es más que un cansino fluir, no tengo más destino que estar conscientemente vivo", dijo el pequeño saltamontes, destacándose entre la multitud allí congregada.

Entonces el maestro le explicó que el destino de cada cual solo se puede encontrar recorriendo el camino con el espíritu enaltecido y con fe en la grandeza del misterio que se oculta tras lo aparente. Lo único cansino es la pesadez que nos produce nuestra infelicidad y nuestra ceguera; y lo ilustró, como siempre, con una parábola: "Si un hombre le dijera a Dios que su mayor deseo consistía en ayudar al mundo atormentado, a cualquier precio, y Dios le contestara y explicara lo que debía hacer ¿tendría el hombre que obedecer?".
"¡Claro, Maestro!", clamó la
multitud. "¡Si Dios se lo pide
deberá soportar complacido las torturas del mismísimo infierno".
"¿Cualesquiera que sean esas
torturas y por ardua que sea la tarea?"
"Deberá enorgullecerse de ser
ahorcado, deleitarse de ser
clavado a un árbol y quemado,
si eso es lo que Dios le ha pedido", contestó la muchedumbre.
"¿Y qué haríais -preguntó el
Maestro a la concurrencia- si Dios os hablara directamente a la cara y os dijera: 'OS ORDENO QUE SEÁIS
FELICES EN EL MUNDO, MIENTRAS
VIVÁIS'? ¿Qué haríais entonces?"
La multitud permaneció callada.
Y no se oyó una voz, un ruido,
entre las colinas ni en los valles
donde estaba congregada.
Y el Maestro dijo, dirigiéndose
al silencio: "En el sendero de
nuestra felicidad encontraremos nuestro destino, y la sabiduría para la que hemos elegido esta vida. Esto es lo que he aprendido hoy, y opto por dejaros ahora para que transitéis por vuestro propio camino, como deseáis".
Y marchó entre las multitudes
y los dejó, y retornó al mundo
cotidiano de los hombres
y las máquinas.

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

Buena idea esta del blog!

Vaya por delante mi admiración a quien hace de la ordenación armónica de las palabras y de sus reflexiones una forma de disfrute de terceros. No obstante, hemos de convenir en que ni todos sabemos ordenar armónicamente las palabras, ni todo escribidor debe necesariamente aflorar una reflexión profunda y trascendente en cada uno de sus textos, so pena (¿se escribe así?) de convertirse en burlesco aprendiz de literato o filósofo.

Cuando emergen -y hablo en general, no sólo de este blog- reflexiones de experiencias y sentimientos personales, corren el riesgo sus autores de creer que, por la mera incorporación de palabras poco habituales, por el adorno de metáforas y demás figuras ornamentales, por tratar temas como el amor, el sufrimiento o la trascendencia o simplemente por escribir en verso, han obtenido la licenciatura de pensadores oficiales del reino.

Coincidiremos en que transmitir en mayúsculas, es otra cosa. Ni la “poesía” (como simple injustificación del párrafo) per se es bella, ni la mera utilización de palabras rebuscadas es literatura, ni la elección de temas grandilocuentes y pretendidamente profundos te convierten en filósofo.

Un foro de esta naturaleza siempre es interesante para todos, lo es para los que aman la literatura, la filosofía o simplemente la reflexión, para los que creen y sienten en lo que escriben, lo es también para los que se sienten -por el mero hecho de escribir- profundos sin serlo, e incluso para los que simplemente nos gusta leer, con temporal escepticismo y desde una buscada lejanía y conscientes de nuestra falta de aptitud literaria, vuestros escritos, a veces de forma incompleta.

Lo único que pretendo decir, sin herir susceptibilidades ni pretender ser dañino ni hiriente, es que en las reflexiones personales rebozadas de literatura pasa como en los toros, QUE SOLO VALE LA VERDAD…No en vano, decis que literatura es impostura y ésta tiene como sinónimo patraña. ¿En vuestros escritos siempre hay verdad y sinceridad? ¿Sois vosotros en estado puro o decis lo que pensais que puede ser atrayente para resto blogueros?.¿Copiais? Sé que no es una competición, pero de momento Antiplatónico me esta consiguiendo enganchar con sus cosas. El tiempo dirá cuánto hay de verdad y cuánto de patraña.

PEPE dijo...

Hola Alter (te voy adivinando, en ello estoy),
Bienvenido a esta casa que desde ahora será la tuya si así lo quieres.
En este blog, quien escribe, lo hace, no para deleite de los demás, sino para el regodeo propio, que no es poco. Míralo como una ventana abierta al exterior, como una puerta que hemos abierto y que no sé dónde nos lleva, pero que todos tenemos claro de dónde nos saca. Esa es nuestra pretensión, ni más ni menos. Es por eso que podrás imaginarte que con lo escrito nadie se arroga la vocería de más reino que el propio, con mayor o menor adorno o aderezo, pero ahí amigo, quién somos los demás para juzgar.
Y por otro lado, en nuestros intercambios no hay estipendio ni moneda, contraprestación ni precio, exposición y puntuación, sólo buena amistad y ganas de decir cosas que uno, fuera de la pantalla en blanco, sólo es capaz de callar.
Me importa poco cómo se digan las cosas, su desnudez, su exceso de ropaje…, palabras propias o ajenas, eso me da igual. Lo que yo quiero es lo que ahora acabo de hacer, oírte, oíros.
Un abrazo

antiplatonico emboscado dijo...

Impostura y literatura.

Si algo detestaba Platón era el arte, por cuanto suponía una aproximación muy imperfecta a la realidad. pensaba ese siniestro filósofo que todo lo que no fuera reflejo deirecto de la idea carecía de valor y en la jerarquización de las percepciones el arte era el último. por supuesto no pensaba que sus escritos se hayan considerado luego como obras de arte, pero ese es otro tema. todo es un colosal error. todo lo humano es de por sí impostura y si todo es impostura es que el criterio de verdad es su mayor o menor aproximacion a la impostura. Así las cosas, las ideas de Platón son tan falsas como una medio verónica de Joselito. la lietatura es la máxima expresión de la verdad, y refleja lo humano con toda su crudeza. la vida es literatura y refleja la verdad del que escribe y el que lee. por supuesto no se agota la vida en la literatura, pero no le hurtemos su valor ontológico. si fuera así, me quedaría sin impostura y a mi edad no conviene las aventuras. ni las póéticas. Recordemos que Nietzsche decía: la verdad? las mentiras irrebatibles.

Seguid con salud.