sábado, 22 de noviembre de 2008

Olvido Vargas

Olvido Vargas.

Si no hubiese sido porque la luz azul de aquel día tiritó de una extraña forma dentro de los ojos enormes de Olvido, Hugo habría podido pensar, sin lugar a dudas, que era ella la que convalecía de alguna rara enfermedad. Aunque, claro, Hugo nunca había visto a una mujer huyendo en estampida.

A juicio de sus padres, Olvido había sido victima del mal de la lectura, una actividad enfermiza que, ingenuamente, le hizo columbrar con esperanza un futuro que, sin ella saberlo, había nacido derrotado. Pero cuando Olvido supo, ya fue tarde; lo aprendido, lo vivido a través de la lectura, impidió sin remedio que el futuro pudiera revertir. Fue ese mal, el que le hizo esquivar la proposición de boda que le hizo el señor de Parral, el que la llevó a la estación de Cela y encaminó sus pasos por la Calle del Porvenir a la farmacia de don Lucas.

Lo oyó todo apostada en la baranda del piso de arriba y tembló como si la fiebre hiciera arder su cuerpo. Resonaba en su cabeza la voz engolada del señor de Parral que mantenía su nombre entre las comisuras de la boca, sin que sus padres se atrevieran a levantar la cabeza, y no dudó.
Arrastró el camisón y sus pies desnudos por los peldaños de la escalera hasta plantarse delante de Padre y Madre, con las tijeras abiertas ensartadas entre los dedos de una mano y la larga melena de pelo negro y ondulado, desprendida de la cabeza, en la otra. ”Si ustedes me casan con el labriego me mato; por éstas que me mato.” Y encabalgó el pulgar por encima del puño cerrado, poniéndolo delante de la boca, y lo besó, sellando así el juramento.

Con los años olvidará el tacto hiriente de la soga de cáñamo extendida frente a su espalda, el cabo anudado del látigo remejiéndose entre sus costillas; pero siempre se recordará amarrada al cabecero de la cama, absorta en la taracea que dibujaba una noche de enebro, balbuceando feliz “… y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.”

7 comentarios:

Marisa Peña dijo...

Magnífico... Lo he leído sin a penas respirar. Un placer leerte.

Silvia_D dijo...

Me has recordado el mal del hidalgo don Quijote, el de la lectura.

Tus relatos son geniales, las descripciones atrapan, el ritmo te lleva, se siente el momento, felicidades :)

Me voy a tomar la libertad de recomendarte el blog de uno de mis amigos, allí, los jueves, se "destripa" el Quijote.

Bueno, el blog en general es un manantial imparable, si tienes un rato, echa un ojo, te gustará, te dejo el link:

http://laacequia.blogspot.com/

Besos, niño y buenas noches :D

cuadernogaviero dijo...

Un lunes más oteando desde la gavia. Garbanzos superados y gatos maullando en la Picasso.

I Don't Like Monday

http://es.youtube.com/watch?v=8yteMugRAc0

el piano huérfano dijo...

que bonito que facila que placer leer asi.
contestando a tu comentario; te deseo un final feliz durante la vida eterna

el piano huérfano dijo...

que bonito que facila que placer leer asi.
contestando a tu comentario; te deseo un final feliz durante la vida eterna

antiplatonico emboscado dijo...

A juicio de sus padres, Olvido había sido victima del mal de la lectura, una actividad enfermiza que, ingenuamente, le hizo columbrar con esperanza un futuro que, sin ella saberlo, había nacido derrotado".

Letraherida, es el nombre. Secuela de la literatura no es tan rara como pudiera parecer. enfermos de libros, caemos en la confusión propia de los que, amparados por un relato, nos cubrimos del desamparo y recurrimos a la vida literaria. otra cosa es que el letraherido pueda imputar sus males a las letras, tal y como insinua el autor en el texto extractado. el futuro no puede ser derrotado, solo cabe que se frustre, que se angoste, que se embarre en el tráfago de lo cotidiano, lejos de los grandes dramas y tragedias que los que los escritores, como el autor aqui, nos presentan. sobre lo cotidinano no hay lírica, (minima non curat praetor) y es comprensible que así sea. anegados por la insatisfacción le gritamos a un presunto demonio que nos ha perseguido hasta tumbarnos.
lejos de todo lo anterior, la literatura no enloquece, solo hiere y el letraherido, como Don Quijote, se arma con ánimo de acabar con la medianía y, mientras tanto, la vida pasa, inundándolo todo.

Salud

Silvia_D dijo...

Paseaba por aquí :) te deseo feliz fin de semana.

Besos