viernes, 12 de septiembre de 2008


Se levanta con lentitud, tensando la espalda que aún se le queja desde los frios del invierno pasado, observando el movimiento de las piernas para asegurarse que apoya primero la derecha.

Ella no lo advierte y por un momento se le ilumina la cara con el fogonazo que sigue a la salida del presentador.

Cuando está de pié y se siente en equilibrio se dirige hacia el televisor y, sin tomarse demasiada prisa, lo apaga.

-¿Es que nos vamos? –le pregunta ella con extrañeza.

7 comentarios:

A. Marin dijo...

Pues si, parece que si no está la tele no sabemos vivir, y si alguien la apaga nos preguntamos ¿que ocurre?, ¿nos vamos?, ¿te pasa algo?

Yo para no ver tanta tele me puse a escribir un día de verano. Ya sabeis que me gusta pensar, aunque ahora veo que quizas lo que hay que hacer es dejar de pensar y comenzar a sentir y a intuir. Fruto de estas reflexiones me salió este texto. A ver quien tiene huevos de leerlo entero:

Koan budista: ¿Cuál es el sonido de un aplauso con una sola mano?

Los filósofos tienen una importante capacidad para complicar las cosas. Esto es debido a que utilizan una herramienta inadecuada para acceder a la realidad: La mente-lógica. Es como si tratas de comer la sopa con un tenedor o con unos palos chinos. No es el instrumento adecuado para ese fin. El problema de la actual situación del hombre (en general) es que se ha servido de su mente-lógica y de su razón para gobernar la tierra y para cambiar su sistema de vida. La técnica y la ciencia han posibilitado un cambio radical en la forma de vida de la gente, y en su concepción del mundo. Sin embargo de ello no puede seguirse que ese instrumento sea el adecuado para todo, como si se tratase de una navaja suiza multiusos. Lo que ocurre es que hemos estado tanto tiempo utilizando un solo instrumento que casi hemos perdido los otros que teníamos a nuestra disposición, y que, por desuso se han oxidado. La capacidad para comprender la realidad y el mundo, en su última esencia, no es una capacidad lógica-mental, sino intuitiva-natural, y como tal no se puede expresar mediante una fórmula o receta que, por razonamiento y comprensión de la misma, nos alcance el entendimiento de la realidad. Por el contrario son necesarios una actitud y un despojo para entrar en la realidad. Una actitud es un acto tendente a obtener un resultado. No es un razonamiento, sino una acción. Yo quiero tener acceso a un conocimiento de la realidad y para ello hago algo. Decido por ejemplo salir a la naturaleza porque intuyo que allí me encontraré con un entorno mas adecuado para transitar a la realidad, menos adulterado y por tanto mas cercano a lo real o auténtico. Me dirijo a un lugar bucólico y tranquilo, como por ejemplo un valle junto a un río, con un pequeño salto de agua próximo, y lejos de cualquier síntoma de civilización. Este acto de trasladarme a ese lugar es de por sí una actividad, una actitud ante la meta perseguida. Solo por esa acción se liberan en mi las fuerzas psíquicas naturales que me predisponen a alcanzar la intuición de la realidad. Cuando llego al lugar elegido no me dedico a contar piedrecitas ni a buscar peces, ni a perderme de nuevo en los vericuetos de la razón, sino que trato de integrarme en el paisaje. Trato de “sentir” el sitio, de tener una relación de pertenencia a ese sitio. Me fundo con la realidad de ese lugar. Escucho la música del agua, los cantos de los pájaros, veo el baile de las sombras de las hojas en el suelo, siento el frescor del ambiente, y dejo que mi mente se valla disolviendo. No atiendo a los problemas y pensamientos que tratan de alejarme de ese lugar y de esa situación, dejo que como vienen se vallan sin prestarles atención. Me despojo de ellos y de mi mente lógico-racional. Percibo que mi conciencia se expande y que las fronteras entre el sitio y yo se difuminan, porque ahora lo siento como parte de mi en este momento. Después va desapareciendo la diferencia entre adentro y afuera. Finalmente tengo un destello de un segundo de duración en el que comprendo la unidad sustancial de todo y la pertenencia a un campo de conciencia y de vida comunes. La materia y la conciencia se unifican en una intuición final.

Ya he tenido una aproximación a la realidad mucho mas profunda que la de cualquier razonamiento lógico-mental, pero ha durado solo un segundo. Después de esto querré que las siguientes veces dure mas. Para ello quizás tenga que aprender determinadas técnicas de relajación que me permitan además desenchufar mi mente lógica durante mas tiempo, para atender a mi naturaleza intuitiva natural. Esto es ni mas ni menos que lo que se denomina meditación. No es un mecanismo abstracto y complejo que requiera capacidades mentales complejas, sino un mecanismo para desenchufar la mente del discurso lógico y racional, para entrar en el estado intuitivo y natural. Entonces estos momentos de comprensión natural de la realidad final serán mas largos y mas profundos.

Además de estas técnicas deberíamos utilizar las técnicas del amor en sentido natural. No es un amor a primera vista con todo el mundo, lo cual es absurdo, sino mas bien una búsqueda de puntos de encuentro con los demás, para ver lo que nos une y no lo que nos separa, tratando de aunar intereses y prestar ayuda mutua. Con esto estaremos potenciando los nexos y no las divisiones de la realidad, porqu el nexo es el fundamento de ésta. Estaremos yendo a favor de corriente y no en contra. La corriente de la realidad es la unificación sustancial de todo. Debemos integrar el exterior en el interior, haciendo que los demás y lo de fuera encuentren nexos de unión con nuestro yo profundo. Estos nexos son el fundamento de la interacción de lo de dentro con lo de fuera, y lo que provoca intercambio y relación entre el mundo y yo. El final de ese intercambio y relación mutuamente beneficiosa es la unificación profunda del mundo conmigo. La forma contraria es la desunión. La indeferencia ante el prójimo y ante el mundo es la forma mas radical de aislamiento y fragmentación entre lo de afuera y lo de adentro. Incluso el odio es menos fragmentador que esa indiferencia, porque el odio crea un vínculo, aunque sea negativo. Implica un interés por el otro, aunque sea un interés para destruirlo. Una vez establecido el interés se puede trabajar en él para convertir el odio en otro tipo de sentimiento. Establecido el vínculo se trata de trabajar sobre la naturaleza del mismo, para permutarla de odio en amor, lo cual, como saben muy bien nuestros psicólogos, poetas y literatos, está mas cerca de lo que parece, porque el odio implica reconocerle un valor y una importancia al otro, aunque mal enfocados. Se puede tratar de cambiar el enfoque, en lugar de destruir el vínculo. Hay que expandir la identidad al grupo y a la humanidad en su conjunto, y sacarla de mi insignificante ego. Las religiones sanas (no todas) pueden ayudar mucho en esto. Porque de la maldad que pueda haber en el otro también somos nosotros responsables, por nuestra indiferencia constante ante los problemas de los demás y del mundo entero.
Finalmente, entre el mundo, la realidad y mi conciencia se da una relación de interdependencia, y no puede entenderse el uno sin la otra. Cuando mi cuerpo deja de tener capacidad de autorregeneración y muere, la conciencia debe trasladarse a otro soporte físico. Mientras exista un ser consciente el equilibrio se podrá mantener. Por eso la conciencia y la vida presuponen y generan las circunstancias que faciliten la existencia de seres biológicamente capaces de albergar la conciencia, y a su vez estos seres conscientes posibilitan la emergencia de la conciencia observadora que actualiza la realidad.

Una visión simbólica: En un “vacío” o “absoluto” inicial se genera un bucle en dos direcciones, en uno surgen las potencias psíquicas de la conciencia, que al principio es una potencia psíquica aún inconsciente; en otro surgen las potencias físicas y materiales del universo. Ambos llevan la semilla de la evolución. Los dos bucles siguen caminos curvos simétricos, lo que hace que dibujen cada uno un semicírculo, por lo que en un punto se acaban encontrando. En ese punto se mezclan y cada uno sigue su camino interpenetrando al otro en corrientes enfrentadas. El mundo físico se impregna de energía psíquica inconsciente y el mundo de la conciencia se impregna de materia. La materia evoluciona para albergar la conciencia. Lo inconsciente se va haciendo consciente con ayuda de los soportes materiales. Como dos corrientes de trayectoria curva que se encuentran y se funden, aunque cada uno a través del otro sigue su camino. Cuando llegan al punto de inicio se vuelven a juntar en un todo perfecto y evolucionado, que es el mismo punto de donde surgieron, donde se da la evolución completa de las interacciones recíprocas entre materia y conciencia, y a la vez es el punto original vacío de donde surgieron los bucles. Ese punto Omega es el mundo Divino en el que se da la nada y el todo, y los opuestos se unifican en una coherencia final que engloba lo uno y lo múltiple, la nada y el todo, lo de dentro y lo de fuera. Las dos corrientes han llegado al mismo resultado perfecto siguiendo evoluciones contrarias y enfrentadas. Entonces cada cosa se encuentra con su gemela y se produce la unificación de lo espiritual y lo material. Una mano en el lugar de una mano, y un pie en el lugar de un pie (como dicen los gnósticos). La cámara nupcial queda sellada y todo se centra en la unidad definitiva. Entonces podremos oír el sonido del aplauso cósmico procedente de una unidad, de todo en uno. El aplauso con una sola mano.

PEPE dijo...

En la rueda de la vida (pintura tibetana: rueda del Sansara), en su círculo central, en el más íntimo, hay tres animales que se muerden la cola los unos a los otros. Los tres animales son los tres venenos del alma:
1º.- La cólera. Representada por la serpiente.
2º.- El deseo, representado por el gallo.
3º.- La estupidez, representada por el cerdo.
Se muerden la cola los unos a los otros, porque cada uno de los venenos lleva a la existencia del otro, como si los venenos se encontraran en vasos comunicantes.

De estos venenos se derivan otros tres males (o clechas, como le llaman los budistas): 4º orgullo; 5º envidia, celos ´-surgen de la mezcla del deseo, la cólera y el orgullo-; 6º la codicia y avaricia –deseo enfermizo-.
Las clechas producen sufrimientos y enfermedades. Por eso es importante aprender qué hacer con las emociones conflictivas, cómo combatirlas. El objeto de la meditación es combatir esas emociones, partiendo de su reconocimiento, de la observación pacífica del espectáculo voraz que genera en nosotros su pervivencia.
Por eso no estoy de acuerdo contigo cuando le das una importancia relativa al odio, e incluso le haces compartir naturaleza con el amor. El odio, la cólera, puede destruir en un solo segundo todo el trabajo realizado durante mucho tiempo en busca del reposo del ánimo, al que sin duda se llega a través del amor. Hay que tener cuidado con la cólera, en ella reside el peor de los venenos.
De todas formas es fascinante que hables así de la meditación, pues no me consta que la practiques. Enhorabuena por tus razonamientos.
Con la meditación tratamos de diferenciar, en su justa medida, la mente de los pensamientos, buscando el equilibrio, el remanso de paz necesario en el que encontrar la felicidad. Eso sí, sin prisa, sin esperar nada, sin cuestionar nuestra torpeza, nuestra habilidad.
Un saludo

antiplatonico emboscado dijo...

BIBLIOTECA QUEMADA. HERMAN HESSE. La unidad.


Pocos libros tenía en mi biblioteca de este autor. Nunca fue de mis preferidos aunque en determinada época de mi vida lo leí prácticamente en su integridad. Uno de los libros que perecieron en el incendio fue Sidahrta, libro que encontré hace poco en una librería de lance y que adquirí sin intención alguna de leerlo. Tras una conversación animada con uno de los habitantes de este blog decidí volver a leerlo y debo reconocer que me alegro de haberlo hecho. Como suele ocurrir es inevitable que manejemos una serie de prejuicios sobre la mayoría de las cosas en las que cotidianamente nos ocupamos, siendo la literatura campo abonado para esta lamentable pero irremediable práctica. Esta novela leída del tirón me dejó sorprendido, no solo por que lo que recordaba de ella nada tiene que ver con la realidad, sino por ella misma.

Es evidente que es una novela propicia para la lectura admirativa y casi seguidista. Si el lector se encuentra en un periodo de tribulación, como es mi caso, puede que se presente como una guía de conducta, salvadora; una lectura redentora de las dificultades de la vida; una consolación para seguir transitando por los estrechos y difíciles caminos de la vida diaria, siempre aquejados de requerimientos múltiples, de disyuntivas dramáticas, de desagradables sorpresas, de angustiosas esperas, de decisiones ingratas. Nada mejor que una guía que nos permita soportar la tozudez de lo real, aminorar la gravedad de una atmósfera que nos atosiga, que nos libere de algún modo y nos permita, al menos, una percepción de la vida más llevadera.

Así, no es el caso de Sidharta. Lejos de ser integrante de un botiquín literario, es todo lo contrario, lo que no le quita utilidad. Su utilidad es precisamente esa: enfrentarnos a lo real con toda su crudeza, lejos de la receta que nos anestesie y nos haga verlo todo a través de un filtro que, si bien nos quita dolor, sin embargo nos quita verdad. La verdad de Sidharta, tras ese largo camino que fue su vida fue asumir la totalidad de lo real como algo indeclinable, siendo todo, desde la mayor felicidad hasta el horror más espantoso, parte de una misma cosa, la vida. Huyó de las doctrinas salvíficas que solo servían para el que las practicaba y que eran intrasmisibles; huyó de las camarillas de sabios que murmullan letanías salvadoras; huyó de la verdad asentada en los resultados de las actividades profesionales, la salvación por las obras. Lo que es el grueso de la obra nos muestra ese ir y venir del que busca una respuesta que aplaque tanta angustia. Y ese ir y venir, con sus inspiraciones virtuosas, sus ilusiones arrebatadoras, la inevitable caída y vuelta a empezar, nos muestra nuestra propia vida, tan pequeña, tan querida, tan contingente.

Pero llegó a una verdad (una mentira irrefutable, como ya sabemos): la unidad de lo real en la que nos hallamos inmersos. No nos quedamos más tranquilos al haber encontrado una respuesta filosófica a una cuestión esencial, pues no se trata de una indagación de ese carácter, simplemente apreciamos la complejidad en nosotros mismos, y a nosotros en la complejidad. Esa unidad (por llamarla de alguna manera) no salva a nadie, sino que explica, es verdad, poco más. Asentados en el ámbito de lo verdadero vemos por un momento el devenir y nosotros allí, siendo poco más que eso. ¿Nos calma, nos tranquiliza? Que cada uno responda a esa pregunta. Creo que la literatura y el arte en general no pueden llegar más allá.

A mi me basta decir que es verdad.


salud.

A. Marin dijo...

No se si me he explicado bien con lo del odio. No lo relativizo, pero si creo que es una pasión negativa, y como pasión participa de un caracter activo (que no es lo mismo que positivo). La indiferencia ante todo, el cansancio vital, creo que es lo peor para uno mismo, porque el odio tiene mejor tratamiento para curarlo. Lo que pasa es que el odio es peor para los demás.
Respecto a Herman Hesse, a mi personalmente me gusta, y con eso tengo bastante. La Unidad final no es que no nos salve, sino que no la entendemos, no la comprendemos en toda su grandeza y consecuencias. El miedo a eso, en caso de ser esta unidad una verdad, es lo mismo que el miedo a descubrir la verdad de nuestra propia naturaleza. La unidad no es aniquilamiento sino expansión de la propia conciencia.
Por lo demás, Pepe, soy mas pudoroso que tu (aunque con este bloc estoy transgrediendo esa costumbre), por lo que no debe extrañarte que no te haya hablado antes de mis incursiones por el mundo budista y la meditación. Te recomiendo un autor: Ken Wilber. No es fácil, pero es muy bueno.

PEPE dijo...

Herman Hesse fue mi primer autor. Ese que se elige y que no te imponen a leer. ya os he comentado que soy un lector muy tardío y malo, pero en la facultad, creo recordar que en primero, me compré las obras completas de él y me las leí de corrido. Evidentemente exige una relectura, porque el tiempo hace mella.
Una amiga me regaló hace tiempo "Lectura para minutos". Curioso librito.
En cuanto Antonio, perdón, llevas razón, no intentaba minusvalorar tus apreciaciones acerca de la meditación alegando impericia; justamente era lo contrario. Tendría que haberlo imaginado, es imposible hablar de ella si no la has tenido a tu lado.
Y por eso te digo que tienes una deuda pendiente con tu mujer y con Carmen.
Saludos

A. Marin dijo...

Para Pepe: Mi mujer y Carmen lo saben, aunque conscientes de ese pudor que comentaba antes, no lo dicen. Me conocen bien las dos. De todas formas solo soy un novato en eso, como en todo, y me he acercado primero en la teoría y mucho despues he empezado la práctica. LLevo poco tiempo y de forma inconstante. Creo que cuando nos jubilemos y nos hagamos nómadas vagabundos podremos dedicarle mas tiempo. Ojala podamos antes. De todas formas quizás mi enfoque difiera del tuyo en este tema, y los objetivos también. Tenemos una conversación pendiente en este tema. Por cierto, ya se que escribo esto en horas de trabajo, pero es que he tenido una mañana muy mala y necesitaba desconectar unos segundos. Prometo recuperar quedandome hasta muy tarde. Todo sea por la facturación. ¡Viva la facturación!. ¿Sabeis que algunos miembros del despacho están componiendo una opereta dedicada al tema de la facturación?. Se titula ¡ A facturar, a facturar!. Pronto nos la cantarán entera, aunque ya lo hacen a medias cuando estamos de copas. Preguntad al antiplatónico y a Fede, si no lo creeis.

PEPE dijo...

Ya dijimos que el blog era una ventana que nos acercaba al mundo. Cada cual que la abra cuando quiera/pueda.

En esa opereta, yo podría hacer la parte coral, que compartiría espacio, al alimón, con el sonido hueco de un almirez percutiendo sobre la panza de una alcancía, aparato que aunque ajeno a lo musical, sin embargo encuentra sentido con el espiritu y mensaje de tamaña pieza musical