El abuelo de Hugo vivió en un número impar de la Calle de La Amargura, y si por algo fue recordado en el barrio, sin duda era por su facilidad para el escapismo. Fruto de una trampa con el banco, a la que no pudo hacer frente por medios lícitos, hubo de escaparse de la prisión provincial en la que la Justicia decidió firmemente encerrarlo durante cinco años, un día de Navidad del año antes de La Guerra. En plena escapada, aturdido por la huida, encontró el valor suficiente para desligarse también de una familia y un pueblo que desde hacía tiempo se le habían quedado angustiosamente estrechos. Todos dicen que se marchó a Argentina de polizón en un barco mercante, aunque también hay quien asegura que murió ahogado en aguas del Atlántico a los pocos días de zarpar, que de esos barrotes no hubo escapatoria posible.
Por entonces las noches eran largas y aterciopeladas. La radio gitaneaba con el sueño, para dejarme oir la voz de una niña recitando a Valle Inclan: "Bajo la sensación del cloroformo/me hacen temblar con alarido interno/la luz de acuario de un jardín moderno/y el amarillo olor del yodoformo./ (...) Y el apacible bisbiseo de "Rosa de Sanatorio".
martes, 11 de noviembre de 2008
EL ABUELO DE HUGO
El abuelo de Hugo vivió en un número impar de la Calle de La Amargura, y si por algo fue recordado en el barrio, sin duda era por su facilidad para el escapismo. Fruto de una trampa con el banco, a la que no pudo hacer frente por medios lícitos, hubo de escaparse de la prisión provincial en la que la Justicia decidió firmemente encerrarlo durante cinco años, un día de Navidad del año antes de La Guerra. En plena escapada, aturdido por la huida, encontró el valor suficiente para desligarse también de una familia y un pueblo que desde hacía tiempo se le habían quedado angustiosamente estrechos. Todos dicen que se marchó a Argentina de polizón en un barco mercante, aunque también hay quien asegura que murió ahogado en aguas del Atlántico a los pocos días de zarpar, que de esos barrotes no hubo escapatoria posible.
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8 comentarios:
Realmente de lo único que no se puede huir es de nosotros mismos, todo lo demás ajeno y muchas veces pesa tanto que no se ven más caminos... lo llamamos cobardía o simplemente "no poder más" ?
Gracias por tus palabras, niño, eres muy amable :)
Besitos
A veces pienso que no puedo escapar de la literatura... Y tus palabras también atrapan. Un abrazo
Escapar no es huir. lo primero es una obligación, lo segundo cobardía. al escapar no se mira atrás, no se tienen remordimientos, no existe culpabilidad, no hay traición ni mentira. escapar es situarnos donde nos corresponde y abandonar el lento hundimiento de la melancolía, la tristeza, el pesar, la miseria. escapar es derrotar la inercia y activar el mecanismo de la salvación, en el deseo de la vida mejor. al que se escapa no se le debe buscar, se le debe recordar como un ser que reconociendo su imagen lo único que quiere es vivir, mejor, pero vivir.
Salud
Muy bonita continuación al relato de Hugo y sus nubes... Estoy de acuerdo con el antiplatónico en que escapar no es huir, aunque en los dos, como en casi todas las decisiones de la vida, lo determinante es el renacer, el buscar el lugar del tablero en el que ahora encajamos, abandonando aquél que por el devenir de la vida ya no es nuestro lugar, como diría Paulo Coelho...
Me queda la duda de si Hugo, ensimismado en sus nubes, escapaba o huía...
Decía Estrella a Abdón, algo así como que sólo se huye de lo que se conoce, que ante lo desconocido sólo cabe esconderse.
Ya veremos más adelante si Hugo huía o se escapaba.
Un abrazo a todos
Pepe
Se me ha olvidado preguntar. Antiplatónico, qué te estás tomando que noto un rumor de optimismo en tus palabas. ¿Acaso del fuego sólo quedan las brasas?
Heráclito, filósofo presocrático, ajeno al virus platónico del ultramundo, ejemplificaba la realidad como fuego y río. por lo que se refiere al fuego entendía que encerraba las propiedades de lo real, pues estando en perpetuo movimiento se mantenía incólume en cuanto ser. en todo caso el fuego no pasaba de ser una metáfora (para mi que lo leo literariamente y no como filósofo) y como tal hay que entenderla. las brasas son lo que queda del fuego y siguiendo el símil son la muerte en vida una vez terminado el fuego.
Me quedo con el agua, que para Tales de Mileto constituía "en metáfora" el principio de la vida, el orgen de lo conocido.
Yo también leí a Heráclito, y en su día a Anaxímes, Parménides, Anaximandro, aunque yo era entonces tan joven, que ahora soy incapaz de reconocerme en aquél que sostenía un libro verde forrado de un pástico incoloro.
De ese "oscuro" filósofo físico, me quedo con el movimiento, como impulso de la constante acción de las contradicciones. Esas contradicciones, como origen de todo. Pero no te equivoques, digo origen y no fin ni destrucción.
No equivoques la lectura amigo
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